ORIGENES DE LA CONGREGACION MADRES DE DESAMPARADOS Y SAN JOSÉ DE LA MONTAÑA
La Congregación de Madres de Desamparados —como se llamó primitivamente— nació el 25 de diciembre de 1880 En España. El Obispo de Málaga, don Manuel Gómez Salazar, fue la mediación elegida por Dios para comunicar a Ana Josefa, en la noche misma de la Navidad, los designios de Dios sobre ella y sobre sus compañeras: Hijas, habéis nacido con el Niño Jesús..., les dijo. E, incluso, les sugirió el nombre de la Congregación, Madres de Desamparados. El día de su profesión anual -2 de Febrero de 1.881- cambió el nombre de Ana Josefa por el de Petra de San José.
La aprobación diocesana de la Congregación tuvo lugar el 25 de diciembre de 1881. El Decreto Pontificio de Alabanza fue dado, el 17 de julio de 1891, por el Papa León XIII. El Decreto de Aprobación fue concedido, el 30 de junio de 1908, por el Papa Pío X. Y el 14 de junio de 1958, Su Santidad Pío XII otorgó la aprobación y confirmación definitiva de la Congregación y de sus Constituciones.
HISTORIA DE LA RESIDENCIA DEL ADULTO MAYOR SAN JOSÉ DE LA MONTAÑA EN GUATEMALA
Hacia el año 1983 la Reverenda Madre Placida Robleda de san José, instrumento que el Señor eligió para esta magna obra, adquiere este terreno como donación por parte de la familia Guirola Leal, trasladando la escritura del terreno a nombre de las Madres de Desamparados y san José de la Montaña. El terreno fue donado por los hijos de Anita de Guirola para que se mantuviera viva la memoria de esta bondadosa señora.
Para para este mismo año se forma el primer comité de Damas Españolas Guatemaltecas, quienes trabajarían arduamente para la construcción del edificio, realizando toda clase de actividades para recaudar fondos y vinculando a una gran número de benefactores que imposible sería enumerarlos.
La primera piedra del edificio se instala el día 19 de marzo de 1990. Muchas madres pasaron como superioras durante el periodo de la construcción de la residencia: Madre Isabel Juncos, Leticia Ruiz, Raquel Fuster (QPD), pero manteniendo el liderazgo frente a la obra Madre Placida Robleda. Se hace entrega del edificio a la congregación el día 31 de mayo de 2002 siendo Presidenta de la Asociación de Damas Españolas la señora Amelia Fernández de Gómez y siendo Madre Esperanza Ordóñez de san José Superiora General de la Congregación.
Fue inaugurado el día 5 de mayo de 2004, era un sueño hecho realidad y su misión era dar cobijo a 68 ancianos; fueron arduos los trabajos y lo que en este basto edificio de cuatro niveles se realizó, pero bien valió la pena tanto sacrificio.
Bueno es también resaltar el nombre del Licenciado Álvaro Arzú Irigoyen que desde su mandato como Presidente de la República de Guatemala dio apoyo a Madre Placida, con el cariño de hijo; su hermana Lucrecia Arzú de Toriello aportó el coste de la capilla, las imágenes y el sagrario fueron donadas por la Congregación Madres de Desamparados y san José de la Montaña.
Hoy agradecemos a ese gran número de benefactores, que mencionarlos sería correr el riesgo de dejar a alguien sin nombrar y no sería justo, con el bien que han dejado a Guatemala en beneficio de los adultos mayores, para los años venideros y también agradecemos a los benefactores que va suscitando la Divina Providencia y que se van uniendo a la obra.
Madre Placida descansa en la paz del Señor el día 1 de febrero de 2015, a ella le agradecemos su tenacidad y entrega ¡qué mujer!.
Manteniendo vivo el amor a Jesús, convocó, pidió y organizó según el espíritu le insinuaba, de poca instrucción académica, pero de un corazón que dará cuenta del poder que tiene el amor.
Este milagro de la Residencia san José lleva el sello del cielo y para ella nuestra oración y eterna gratitud.
Y la residencia continúa su tarea de mostrar en la atención a cada abuelo la misericordia de Dios, siendo las Madres de Desamparados el rostro materno de Dios, buscando que cada residente se encuentre como en su propia casa, y que todos vivamos como una verdadera familia, construyendo así el reino de Dios e invitando a quienes nos visiten a intentar hacer ese ejercicio caritativo y misericordioso, pues bien vemos que en esta casa vive san José, de ello damos fiel testimonio los que hemos tenido la ventura de conocerla y vivir en ella.
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